vejez
Desafíos sociales del envejecimiento
La vejez es una etapa del ciclo vital humano que se caracteriza por una serie de cambios biológicos, psicológicos y sociales asociados al proceso de envejecimiento. Generalmente, se considera que una persona entra en la vejez a partir de los 60 o 65 años, aunque esta cifra puede variar según el contexto cultural, económico y sanitario.
Desde distintas perspectivas:
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Biológica: La vejez implica el desgaste progresivo del organismo, una disminución de la capacidad funcional y una mayor vulnerabilidad a enfermedades. Sin embargo, el ritmo de envejecimiento varía mucho entre individuos.
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Psicológica: Es una etapa de adaptación emocional a cambios como la jubilación, el duelo, la reconfiguración de la identidad personal y la reflexión sobre la vida. Puede ser también un período de crecimiento interior y sabiduría.
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Social: La vejez está condicionada por el entorno. Factores como el acceso a servicios de salud, el apoyo familiar, la participación en la comunidad y los estereotipos influyen profundamente en cómo se vive esta etapa.
En palabras de la OMS:
“La vejez no debe definirse únicamente por la edad cronológica, sino por las condiciones físicas, mentales y sociales de la persona.”
La Vejez: Grupos Sociales, Necesidades y Emociones
En la etapa de la vejez, muchas dimensiones de la vida cambian. Las relaciones sociales, los objetivos personales y las necesidades se transforman con el paso del tiempo. Aunque cada persona vive el envejecimiento de forma diferente, hay aspectos comunes que vale la pena reflexionar para comprender mejor esta etapa de la vida.
Grupos Sociales y de Identificación en la Vejez
Durante la vejez, los grupos sociales cumplen un papel esencial en el bienestar emocional y psicológico. Al jubilarse o perder vínculos laborales, muchas personas mayores reconfiguran sus redes sociales, buscando nuevos espacios donde sentirse útiles, escuchados y acompañados.
Algunos ejemplos de grupos sociales en esta etapa son:
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Clubes de personas mayores o centros comunitarios, donde se ofrecen actividades recreativas, talleres y espacios para la socialización.
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Grupos religiosos o espirituales, que aportan un sentido de pertenencia y propósito.
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Asociaciones de voluntariado, en las que los adultos mayores aportan su experiencia y tiempo a causas sociales.
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Redes familiares, especialmente importantes si hay cercanía con hijos, nietos o hermanos.
La identificación con estos grupos fortalece la autoestima, reduce el aislamiento y brinda un sentido renovado de comunidad.
Necesidades Laborales y de Aprendizaje
Contrario a algunos estereotipos, muchas personas mayores no se desvinculan del todo del ámbito laboral o del aprendizaje. Algunas siguen trabajando, ya sea por necesidad económica o por deseo personal, mientras que otras se enfocan en el desarrollo intelectual y emocional.
Necesidades laborales comunes en la vejez:
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Ingresos complementarios, especialmente si la pensión no cubre todos los gastos.
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Sentido de utilidad, ligado al deseo de seguir aportando a la sociedad.
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Flexibilidad horaria, ya que muchas personas mayores prefieren empleos menos demandantes físicamente.
Necesidades de aprendizaje:
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Tecnología: aprender a usar smartphones, redes sociales o plataformas digitales para comunicarse y realizar trámites.
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Cultura y ocio: cursos de arte, idiomas, literatura o historia.
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Salud y bienestar: aprender sobre nutrición, ejercicios adaptados, autocuidado o manejo de enfermedades crónicas.
El aprendizaje continuo mantiene la mente activa, fortalece la autoestima y promueve la autonomía.
Aceptación y Rechazo en la Etapa de Vejez
La vejez puede vivirse con plenitud si se da en un entorno de aceptación, respeto y apoyo. Sin embargo, también puede haber experiencias de rechazo que afectan la calidad de vida.
Aceptación:
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Desde la familia, al incluir al adulto mayor en decisiones, actividades y celebraciones.
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Desde la sociedad, al valorar su experiencia, sabiduría y aportes históricos.
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Desde uno mismo, al aceptar los cambios físicos y emocionales como parte natural del ciclo de vida.
Rechazo:
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Edadismo (discriminación por edad), que se traduce en prejuicios, invisibilizacion o trato infantilizado hacia las personas mayores.
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Aislamiento social, que puede ser voluntario o provocado por el entorno.
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Desvalorización personal, cuando se pierde el sentido de propósito o se interiorizan ideas negativas sobre la vejez.
Trabajar colectivamente en una cultura de respeto intergeneracional es clave para que la vejez no sea vista como una etapa de pérdida, sino de transformación y legado.
Hablar de vejez es mucho más que describir una etapa biológica. Es adentrarse en un territorio humano profundamente marcado por las historias vividas, los lazos construidos y los desafíos sociales que aún persisten. A través de este espacio de análisis, hemos explorado cómo los grupos sociales y de identificación, las necesidades laborales y de aprendizaje, así como las experiencias de aceptación y rechazo, configuran el día a día de millones de personas mayores.
La vejez no es homogénea. No todas las personas mayores viven esta etapa de la misma manera. Existen desigualdades profundas según el nivel socioeconómico, el género, la salud, la red de apoyo o el país donde se envejece. Por eso, es fundamental romper con los estereotipos que reducen a la vejez a una etapa de enfermedad, dependencia o inutilidad. Muchas personas mayores siguen siendo activas, productivas, curiosas, críticas, afectuosas y plenas. Pero para que esto sea posible, necesitan una sociedad que no las margine, sino que las incluya y valore.


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